Día 2: Zurich - Berna - Lucerna
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Una vez con nuestro flamante Clio en posesión, nos pusimos en ruta. En aproximadamente una hora llegamos a Berna. Inciso: las autovías/autopistas suizas son bastante cómodas y están en muy buen estado. Como no queríamos perder tiempo buscando aparcamiento fuimos derechas al
parking del centro parking Centrum. Luego comprobamos que hubiera sido tarea imposible aparcar en la calle, ya que la mitad estaban cortadas por el Tour de Francia, que pasaba al día siguiente por la ciudad.
Resulta curioso que esta ciudad de tan solo 140.000 habitantes sea la capital y la sede del gobierno de Suiza. La sensación que se tiene al recorrer sus calles es de estar en un pueblo grande, no en una ciudad. El casco histórico de Berna, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, posee numerosas callejuelas, fuentes, torres y preciosos edificios que le dan un cierto aire medieval a la ciudad. Destacan también las Lauben las famosas arcadas que recorren los 6 km de las calles del centro. Aunque, sin duda, el símbolo de esta ciudad es el famoso oso, presente tanto en el escudo de Berna como en muchos otros lugares, como edificios,
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Nada más salir del parking atravesamos el mercadillo de Mark Waisenhausplatz de productos típicos y comida de todo tipo. Fue complicado resistirse a esa variedad de olores y colores... Todo tenía una pinta fantástica. Fuimos bajando por la calle Marktgasse hasta llegar a la torre del Reloj astronómico, Zytglogge, el campanario más famoso y uno de los monumentos más característicos de la ciudad.
Seguimos calle abajo hasta llegar al número 49 de la calle Kramgasse, donde se halla la casa de en la que vivió Albert Einstein desde 1903 a 1905. Aunque nosotras no entramos, sí os puedo contar que se pude visitar la vivienda del segundo piso, que es donde él vivió con su mujer Mileva y su hijo Hans mientras desarrollaba su famosa teoría de la relatividad.
De nuevo, fuimos calle abajo, pero esta vez giramos por la primera callecita a mano derecha en dirección a la plaza de la Catedral de Berna, Münster. La catedral, de estilo gótico tardío, es el edificio religioso más grande de toda la ciudad. Su construcción data de 1421 aunque no terminó de construirse hasta 1893. Aunque el templo (en honor a San Vicente de Valencia) fue erigido inicialmente por los católicos, fueron los protestantes quienes finalizaron las obras de su construcción, por lo que actualmente es ésta la religión que se profesa en el templo.
Destaca el impresionante tímpano policromado de la fachada, en el que 161 personajes representan distintas escenas del cielo y del infierno. Merece la pena dedicar un tiempo a admirar y apreciar con detalle las distintas representaciones de esta impresionante obra de arte, sobre todo las del juicio final.
Del interior, merece la pena ver las vidrieras y el magnífico órgano, el cual tuvimos la suerte de escuchar en directo.
Finalmente llegamos al Nydeffbrücke, el puente que cruza el río Aar y que conduce al Barenpark o foso de los osos. El Bärengraben es, seguramente, la atracción más conocida de la ciudad. Desde 2009 el foso está conectado con un gran parque de 6000 metros cuadrados donde estos plantígrados disfrutan de una vida más digna y confortable. Nosotras pudimos ver a dos de ellos paseando por la ladera del parque y refrescándose en una piscina que había junto al río.
Reconozco que yo estaba recelosa por las condiciones en las que me iba a encontrar a los osos, ya que había visto fotos del foso y no parecía un lugar muy acondicionado para que estos animales pudieran vivir en unas condiciones óptimas, pero después de ver el parque, evidentemente, cambié de opinión.
Desde esta orilla del río se obtienen unas vistas de la ciudad espléndidas. Es el mejor lugar para hacer una buena panorámica.
Volvimos, otra vez por donde habíamos venido pero a la altura de la catedral nos desviamos hacia la izquierda hacia Münsterplattform, una plaza ajardinada justo detrás de la catedral. Allí, a aparte de contemplar unas preciosas vistas, disfrutamos de un merecido descanso tomando una "Cola-Lola" en una cafetería al aire libre. (Bueno, la cola no estaba muy allá, pero no tenían ni Coca-Cola ni Pepsi... En fin, siempre hay que probar cosas nuevas.)
Como el hambre ya acechaba nuestros estómagos decidimos comer en un Migros (maravillosa idea de mi amiga Katia). Como ya expliqué en mi anterior entrada, éstos son una cadena de supermercados que tienen en su interior, tanto un establecimiento de comida para llevar como un restaurante tipo buffet. Nosotras optamos por el éste último y, la verdad es que fue una decisión muy acertada. Comimos muy bien a un precio muy asequible. Muy recomendable.
Después de comer regresamos al parking Centrum a por nuestro coche y pusimos rumbo a Lucerna.
Lucerna
Vistas desde nuestra habitación. |
El hotel era muy chulo la habitación era muy grande con un baño bastante amplio y unas vistas increíbles al río. En la planta baja había servicio de café, tés y bizcocho gratuito las 24 horas del día. A mi, una gran amante de las infusiones, estos detalles me encantan. Agradezco mucho al volver a hotel, después de un día de turisteo, tomarme una infusión calentita antes de dormir.
Seguimos por la Pfstergasse la plaza Franziskanerpl donde está el templo de los Franciscanos, una iglesia gótica del siglo XIII que posee uno de los púlpitos de madera labrada más espectaculares de todo el país. Lástima que no lo viéramos, justo acababan de cerrar cuando llegamos.
Después fuimos a ver otra de las iglesias más emblemáticas de la ciudad, la de los Jesuitas (Jesuitenkirche), que también estaba cerrada... Al menos la pudimos disfrutar por fuera. (Para verla bien es mejor cruzar a la otra orilla del río). Se trata de un templo del siglo XVII de estilo Barroco en cuyo interior se conserva el hábito del padre Klaus, patrón de Suiza.
A pocos metros encontramos el bellísimo Kapellbrüke, el verdadero símbolo de la ciudad. Este puente techado une la ciudad nueva y la antigua. Fue realizado en el año 1332 y ostenta el título de ser el más puente de madera más antiguo de Europa. En su interior se encuentran una extensa colección de retablos que narran la historia de la ciudad.
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Este puente fue uno de los lugares que más nos gustó. Ciertamente, toda la ciudad tiene un aura romántica y bella que hechiza al visitante. Es preciosa.
Después de pasear de hacer un montón de fotos al puente nos fuimos hasta la estación de tren, bastante bonita, por cierto y hasta el Centro de Congresos y Cultura, Kultur-und Kongresszentrum Luzern del que dicen que tiene la mejor acústica del mundo, pero por fuera es un mazacote bastante feo y que, en mi opinión, rompe con la estética de la ciudad. Desde allí vimos unas vistas preciosas del lago de los Cuatro Cantones o Lago de Lucerna.
Cruzamos el río de nuevo, esta vez por Seebrüke. el último puente que hay antes de la desembocadura del río. Éste no es muy bonito, la verdad. Después, tomamos la calle Schweizerhofquai hasta llegar a una heladería, donde nos dimos nuestro pequeño homenaje del día. Con nuestro nuestra merienda nos fuimos hasta el monumento del León moribundo de Lucerna, una impresionante escultura de 6 por 10 metros de un léon herido de muerte que agoniza sobre un escudo de con la Flor de Lis de la Monarquía francesa y un escudo con el emblema de Suiza. La obra fue diseñada por el conocido escultor Thorvaldsen y llevada a cabo por Lucas Ahorn entre 1819 y 1821, un albañil de Constanza, en homenaje a los 700 mercenarios suizos que fallecieron durante la Revolución Francesa.
Es increíble el dolor y el sufrimiento que se refleja en su rostro. El sitio en el que se halla la escultura es un pequeño parque con un lago justo debajo de la escultura. El lugar es ideal para hacer un pequeño descanso ya que hay numerosos bancos, baños y un quiosco donde venden bebidas y aperitivos. Además, la atmósfera tranquila que se respira invita al descanso y a la relajación.
Bajamos, de nuevo, al centro, donde estuvimos callejeando por las animadas y coloridas Kornmarkt , Weinmarkt y Mühlenpl.
Como ya era la hora de cenar suiza decidimos seguir la tradición del país y buscamos un restaurante restaurante que fuera bueno, bonito y barato. Al final nos decidimos por el Nix Restaurant ,en la calle Russteg, 9. Nos tomamos unos deliciosos Flammencuchen en la terracita junto al río. Todo ideal.
Por cierto, al caer el sol había bastantes mosquitos en la zona del río, pero eran de los que molestaba solo, picaduras, ninguna.
Si os gusta la fotografía, aprovechad para hacer alguna instantánea nocturna. Merece la pena. Nosotras aprovechamos el camino de vuelta al hotel para inmortalizar los alrededores del río.
Próximamente
Monte Pilatus - Interlaken
gracias por la entrada y las fotos se ven magicas
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
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